Disciplina con amor y firmeza
La
disciplina es un proceso gradual que debe ser enseñado a los niños poco a poco
con amor, paciencia y firmeza. Consiste básicamente en guiar a los hijos para que sepan qué está
bien o mal, pero requiere una inversión importante de tiempo expresada en
criterios de calidad y cantidad, lo que permite conocer los hijos y definir una manera particular de
disciplinarlos. Requiere hacerlo con consistencia, congruencia (practicar lo
que se exige) y persistencia.
Disciplina no significa castigo, es
“enseñar”. Los padres se constituyen en los primeros profesores.
Frecuentemente los padres disciplinan a
sus hijos para protegerlos del peligro. Por ejemplo, un padre puede enseñarle a
un niño a no tocar la estufa caliente apartándolo del peligro mientras
dice “No, mantente alejado. Puedes
quemarte y hacerte daño”.
Los
padres deben tener la convicción que ejercer disiciplina es una labor
importante que está a cargo de ellos. Es el mejor regalo que se puede hacer a
los hijos, pues es el camino que lleva a lograr lo que se quiere, tener una
sana convivencia, desplegar las habilidades y potenciar lo que se tienen.
Es
muy importante definir los valores, hábitos y actitudes que se quieren formar
en los niños. Esto implica tener claro y decidir que es lo realmente importante
para la familia en la educación de los hijos. Saber hacia donde queremos llegar es el punto
de partida en el ejercicio de la disciplina. A partir de esto se establecen
estrategias para ir aplicándolas en los
niños.
Es muy importante identificar el estilo educativo de los padres.
Muchas veces se debaten entre el autoritario y el permisivo. La idea es lograr
un equilibrio: identificar y transmitir los limites, enseñar las cosas permitidas y las que no, corregir de manera constructiva y positivas las conductas inadecuadas, mostrarles
sus errores y las consecuencias de sus actos, evitar los castigo, dar autonomía
y reconocer los éxitos para hacerlos sentir a los niños capaces.
Hay que ser firme pero no dominante, y asumir que son los padres quienes
deben estar a cargo de los hijos ejerciendo funciones de cuidado, guía y
control, pero dentro de una relación de respeto por el niño.
Hay
que tener presente que establecer autoridad en casa no es ser inflexible y
estricto. Los niños deben reconocer el
poder de los padres como un proceso que se construye con una relación amorosa y
firme. Es importante hacer exigencias
razonables y tener cuidado de no pedir más de lo debido, tener expectativas muy
altas puede llevar a los niños a la frustración por no responder a lo que los padres esperan.
Con las reglas- Al fijar las normas, recuerde que sean
razonables. Es decir, pocas y que el niño pueda cumplir- Defina claramente las conductas
permitidas y aquellas que no tolerará. Comuníquelas en términos claros y
sencillos, de tal forma que resulten comprensibles para su hijo. Hágalo todas
la s veces que sea necesario- Determine las sanciones que ocasiona el incumplimiento de las normas establecidas.
Si lo considera necesario, discuta con el niño este punto. Así habrá menos
posibilidades de que las considere injustas o arbitrarias.- Explique el porqué de los límites y
déjelo dar sus propias ideas. Esto le permitirá al niño desarrollar la
autodisciplina y el autocontrol, y no solo la obediencia- Cuando el niño cometa una falta,
muéstrele las consecuencias de su acción y ayúdelo a realizar un acto
reparador.- Revise periódicamente su plan de
disciplina para determinar si en realidad el niño está cambiando sus conductas
en forma consciente o si algo está pasando.
La Sanción
- Es aconsejable usar la sanción solo en aquellas conductas que no
pueden manejarse de otra manera. Para hacerlo suprímale al niño alguna de sus actividad preferidas como ver
televisión o jugar.- Tenga en cuenta aplicar castigos
moderados. La crueldad, además de atentar contra la dignidad del niño, fomenta
sentimientos de rencor y origina conductas agresivas y de excesiva rebeldía- Es clave que el castigo sea inmediato especialmente para los niños más
pequeños, pues así entienden mejor la relación entre esa mala acción y las
consecuencias que ella trae.- Castigar unas veces sí y otras no el
mismo comportamiento, desorienta al niño y hace que desconfíe de sus padres. - Sancionar con justicia permite que el
niño reflexione sobre su actitud e intente modificarla. Vale la pena
aclarar que los niños responden muy poco
a las reprimendas, a los gritos y a los insultos. La colaboración y el respeto
son eficaces para educar.
Para que funcione la disciplina
- Hágale saber al niño qué es lo que espera de él y
la forma como puede cumplir con ello. Si cree que es importante que se encargue
de tender su cama, enséñele cómo hacerlo más fácilmente.- Sea constante y consecuente con las exigencias
disciplinarias. Si le prohíbe salir a jugar antes de hacer tareas, no ceda en
esto si ha llegado una visita o si no está de ánimo para supervisarlas.- Establezca acuerdos previos con su pareja acerca de
la educación de sus hijos para evitar desautorizarse en presencia de ellos.- Acuda lo menos que pueda a los regaños, las
amenazas o los castigos físicos. Aunque estos controlan los comportamientos
negativos, pocas veces los corrigen realmente.- Tenga en cuenta la edad del niño para establecer los
límites, las reglas o las restricciones.- Los discursos largos y los sermones no son
efectivos. Mejor estimule las conversaciones francas y abiertas.- Sea firme en la negativa a ceder ante las demandas
sin razón de los niños o a complacerlos en cada uno de sus caprichos; es
importante que aprendan que no siempre pueden hacer su voluntad o satisfacer todo lo que se les ocurra.- Para ser un buen padre, acuda al sentido común.
Esfuércese por conocer a cada uno de sus hijos y con seguridad encontrará la
forma más acertada de educarlos.- Sea un buen ejemplo y testimonio de aquellos
valores que usted desea promover en sus hijos.Tomado del Diario El Tiempo, Enero 2 de 2013 por MARIA ELENA LOPEZ