A propósito de
estos días de final de año, una amiga me preguntó que cual era mi balance de lo
que había vivido este tiempo. Yo me quede pesando y lo primero que vino a mi
mente es que la vida va pasando y estamos tan absortos corriendo sin aliento
detrás de un sinnúmero de anhelos, deseos, creencias y paradigmas, que decidir
ir liviano por la vida es una ardua tarea que empezamos tarde.
Los invito a leer con el corazón este bello
poema de Jorge Luis Borges, ahora que aún tenemos tiempo para que reivindiquemos
el valor de lo simple.
INSTANTES
Si pudiera vivir
nuevamente mi vida.
En la próxima,
trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto
de lo que he sido,
de hecho tomaría
muy pocas cosas con seriedad.
Sería
menos higiénico, correría más riesgos.
Haría más
viajes, contemplaría más atardeceres,
subiría más
montañas, nadaría más ríos.
Iría a más
lugares donde nunca he ido,
Comería más
helados y menos habas.
Tendría más
problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una
de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de
su vida.
Claro que tuve momentos
de alegría, pero si pudiese volver atrás,
trataría de
tener solamente buenos momentos.
Por si no
lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos.
No te pierdas el
ahora.
Yo era uno de
esos que nunca iba a ninguna parte, sin un termómetro,
una bolsa de
agua caliente, un paraguas y un paracaídas.
Si pudiese
volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera
volver a vivir, comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y
seguirá así hasta concluir el otoño.
Daría más
vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con niños.
Si tuviera otra
vez la vida por delante.
Pero ya ven,
tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
A mi adorado sobrino Camilo Rincón López, que siempre me alentó a
soltar los equipajes pesados.
Publicado en el diario La Crónica de Diciembre 20 de 2015 por MARIA ELENA LOPEZ