Lo que no muestran las estadisticas de divorcios
Un reciente informe de la Superintendencia de Notariado y Registro
indica que los divorcios en el país siguen en aumento.
De cada diez parejas que se casan, tres se divorcian y un porcentaje muy
alto de las que se separan lo hacen en los primeros tres años, incluso muchas
de ellas ya tienen un niño pequeño.
Estas cifras inquietan, pues la separación, no obstante ser una opción
legítima, constituye un evento de gran impacto en la vida de la mayoría de las
parejas que se ven abocadas a esta decisión. Es una situación compleja que
tiene efectos legales, económicos, sociales, familiares y, sobre todo,
emocionales.
Aunque en general el hecho no se toma como un inconveniente menor, hoy
parece haber muchas razones, además de las tradicionales, como la infidelidad y
las dificultades sexuales, que llevan a que las parejas se separen cada vez más
temprano.
Por un lado, hombres y mujeres tienen unas altas expectativas acerca de
lo que significa compartir la vida con alguien, basados, en muchos casos, en
una idea de bienestar personal que con frecuencia choca con algunas
dificultades propias de la convivencia.
De otra parte, el deseo de hacer que coincidan los proyectos de unos y
otros, la autonomía para tomar sus propias decisiones –que incluye también el
manejo del dinero y el tiempo libre–, y el uso de la tecnología en la que cada
vez más las personas están inmersas, lleva que a que rápidamente uno o los dos
miembros de la pareja llegue a la conclusión de que la persona con la que se
casó no es la indicada.A esto se añade la facilidad con la que hoy se cuenta para tramitar una
separación (cuando ésta tiene lugar de mutuo acuerdo), lo cual hace que la
posibilidad del divorcio como una salida a los conflictos de pareja, esté más a
la mano.
Sin embargo, las crecientes estadísticas, y esto es más preocupante, no siempre
coinciden con la realidad en términos de que el acuerdo inicial de separación
lleve a divorcios “civilizados” en los que ambos, a pesar de las tensiones que
conlleva la decisión, logren superar con buenos recursos emocionales esta etapa
de sus vidas.
Lo que veo a diario en mi consulta como psicóloga de familia y pareja,
es que en cambio de disminuir los conflictos, estos se exacerban. Se siguen
librando batallas que perpetúan incluso los problemas que fueron motivo de la
ruptura y haciendo difíciles los convenios y las negociaciones que deben
lograrse.
Esta mezcla de sentimientos de rabia, frustración o impotencia resulta
letal para todos, pero especialmente para los hijos.
Estos terminan asumiendo roles que no les corresponden, sufriendo la
ausencia de sus padres o quedando atrapados en medio de las peleas de los
adultos.
Estar separado de la persona con la que se ha convivido un tiempo y
compartido sentimientos profundos, es un proceso de aprendizaje que requiere
voluntad, sensibilidad e inteligencia.
Aunque no hay una receta para un divorcio sin dificultades, sí es
posible afrontarlo positivamente cuando ambos ponen de su parte y se hacen
cargo de lo que les corresponde.
Publicado en el diario El Tiempo, Marzo 9 de 2016 por MARIA ELENA LOPEZ.