“Sé cómo te sientes” , “me gustaría ayudarte a que estés mejor”, “me duele que estés tan triste”, esto suena maravilloso y estoy segura que para muchos esas comprensivas expresiones resultan miel para los oídos. Pero lo que asombra es que esto lo diga un robot que ya se puede comprar por 1.700 dólares aproximadamente, pero que muy probablemente en poco tiempo se podrá adquirir por mucho menos atendiendo a la ley del mercado de que escale a ser un producto masivo y la gente haga cola frente a almacenes de cadena para adquirirlo.Esta máquina llamada “Pepper”, mide 1.20 de estatura y tiene un rostro amigable, puede hacer desde una amable y eficiente compañía familiar hasta oficiar de psicólogo. Es capaz de ser sensible a las emociones de las personas con las que interactúa y responder a ellas con un lenguaje corporal que imita al de los humanos y que va perfeccionando a medida que convive más con su dueño.
A través de una serie de sensores el tierno personaje analiza los gestos de la cara y el tono de voz de quien está enfrente y selecciona a qué sentimiento o estado de ánimo pertenecen. Una vez identificado reacciona con calculada y precisa empatía y si detecta por ejemplo que la persona esta triste hace cosas como cantar su canción favorita , contar un chiste o dar un abrazo para dar consuelo y hacer que sienta bienestar.
Un invento de alta ingeniería emocional, que a mí y seguramente a ustedes también, me causo mucha impresión y debo confesar que me llevo a debatirme entre el asombro y el temor, lo que me dificulta dimensionar el impacto de este avance tecnológico. Es que no resulta fácil asimilar que el entendimiento emocional, esa maravillosa capacidad intensamente humana ya no sea tan exclusiva de nuestra especie.
Sentirse querido, acompañado y reconocido son necesidades emocionales universales y al menos hasta ahora la relación con otros cercanos y más lejanos puede llenarlas a cabalidad. No sé si en algún momento seducida con la promesa de los creadores del robot de no tener que pelear para que te digan te quiero, ni esperar con ansiedad consuelo con la probabilidad de no encontrarlo cuando todo te sale mal o tener que pedir que te escuchen con atención cuando te encuentres solo, recurra a Pepper y me endeude para comprarlo.
Pero mientras baja de precio prefiero una buena charla con una amiga, un abrazo de mi nieta o la dulce compañía de mi hija. Aunque muchas veces discutamos o tenga que recoger infinitos juguetes que Emi deja tirados por toda mi casa. Esas relaciones no son perfectas, pero pueden ser muy profundas y gratificantes y no hay que preocuparse de cargar la batería a las 12 horas de trabajo continuo.
Publicado en el diario La Crónica del Quindio, Diciembre 3 de 2017 por MARIA ELENA LOPEZ