Estamos
viviendo un tiempo de grandes exigencias que incluyen la aceptación de la
realidad de la pandemia y el acatamiento sÍ o sÍ de las medidas preventivas
para evitar la expansión del virus y apuntar a lograr cada vez mayor control.
Esto que es realmente lo razonable representa desafÍos de muchos órdenes en la
vida de las personas. Creo que uno de los más retadores es abrirnos al cambio.
A aprender nuevos hábitos, nuevas maneras de relacionarnos, y yendo más
profundo, muy seguramente nuevos conceptos sobre lo que es realmente valioso.
Ciertamente
no es un tiempo fácil pero en los eventos extraordinarios se ponen a prueba
todos nuestros recursos internos y externos. Las circunstancias nuevas nos
impulsan a desarrollar capacidades inéditas para soportar y trabajar en la
incertidumbre. La expresión "nunca me imaginé que serÍa capaz de…" cobra un
inmenso valor para buscar diversas y ojalá creativas maneras para sortear esta
situación que es nueva para todos. Para cambiar, y de paso apreciar cosas que
antes hacÍamos en piloto automático como dar un abrazo o un apretón de manos
para saludar o salir y entrar de casa cuantas veces lo quisiéramos.
Tenemos,
entre tantas, la exigencia del aislamiento social, de compartir los espacios o
administrar el tiempo para atender a demandas simultáneas que incluyen el
trabajo, los hijos, la alimentación, el cuidado de la casa o las rutinas de
autocuidado de nuestra salud fÍsica y mental.
Son muchos
los aprendizajes que tenemos que adquirir. Pero esto es un proceso y en ese
sentido es gradual. Se va construyendo. El reto es ir afinando actitudes,
comportamientos o formas de sentir. Ampliando nuestras concepciones, creencias
y paradigmas para adaptarlos a la situación descomunal que tenemos en frente.
Desde mi
mirada psicológica, de la que me es muy complicado desprenderme, propongo el
desafÍo de potenciar habilidades sociales que nos lleven a hacer el esfuerzo de
atender a las necesidades de los otros con afecto y condescendencia, a salirnos
de nuestro metro cuadrado y dar cabida a los demás con sus limitaciones errores
y defectos. Imponerse el reto de la tolerancia para aceptar lo que nos molesta
de la situación o las personas con las que compartimos, hacer lo que creemos
que no nos toca, otorgar excepciones y perdones y practicar mil veces la
paciencia y la comprensión.
Les aseguro
que resultan eficaces para que la convivencia, uno de los mayores desafÍos de
este momento, pueda ser viable no solo como una respuesta de sobrevivencia sino
como una decisión de la voluntad para construir maneras más "ecológicas" de
relacionarnos con los demás, con la naturaleza y con nosotros mismos.
Creo que
pocas veces hemos sido testigos del hecho de que todos somos responsables de
todos. Somos compañeros de vulnerabilidades y el bienestar colectivo es el
activo más rentable que tenemos en este momento. Los dejo con esta frase que me
resulta muy inspiradora. En las crisis avanzamos más que en cualquier época de
la vida o sucumbimos. La idea es evolucionar y no sucumbir.
Les deseo
una Semana Santa de recogimiento y paz espiritual en el corazón.
Publicado en el diario La Crónica del QuindÍo, abril 5 de 2020