Cuando me dispongo a escribir el artículo de fin de año inevitablemente
termino remitiéndome a cuales serían las
claves para tener éxito en el que viene
y encaminarse efectivamente hacia el logro de uno o varios propósitos. Aparece entonces la premisa que
exalta la importancia de ponerse metas, tener un plan para alcanzarlas y
proyectarse al futuro, fijarse
objetivos claramente definidos, hacer cambios importantes
en diferentes áreas, asumir nuevos desafíos y empezar a trabajar hacia ellos.
Pero
como el 2020 nos puso a prueba todas las certezas, nos aboco a lidiar con lo
inesperado, nos cambió de manera intermitente
las expectativas, entre muchas otras cosas que ni siquiera
imaginábamos, no resulta fácil decidir
con que criterio hacer el tradicional balance que hacemos del año que termina
y definir con precisión lo que queremos para el que llega.
Pero
hoy cuando aún no sabemos que pasara, a donde llegaremos y como se resolverán
tan innumerables contingencias, a pesar de la promesa de la vacuna, es posible
que no estemos en las mejores condiciones para hacer el mismo ejercicio de años
anteriores. Es de esperarse que tengamos la sensación percibida de que no contamos
con toda la fuerza
para luchar y trabajar por lo que deseamos, vencer los obstáculos que aparezcan
en este proceso o estar motivados para convertir
en realidad los sueños y los deseos.
Creo
personalmente que tendríamos derecho a esta especie de inercia y “baja de nota”.
Pero como el mundo sigue girando y la resiliencia, el empuje y el no darnos por
vencidos hace parte de nuestra idiosincrasia, veremos otra cara de los desafíos y con seguridad buscaremos lo
que nos pone en la línea de emprender la realización de buenos propósitos para
el 2021.
Una
perspectiva diferente en términos de
metas y objetivos sería la de identificar y capitalizar los aprendizajes que
hemos ido adquiriendo en estos largos 10 meses de pandemia y que apuntan
a un propósito
mayor porque verdaderamente dan significado y bienestar a nuestra vida.
Caben
aquí preguntas como
“¿qué he aprendido?, ¿qué hago
diferente?” o “de que me di cuenta” porque seguramente sus
repuestas serán valiosas lecciones grandes o pequeñas, que se
pueden convertir en la fuerza interior que nos alcance para afrontar cada día y canalizar energías, motivación y
entusiasmo que nos permita visualizar un futuro con más esperanza,
alegría y confianza. El aprendizaje es una de las
vías más poderosas, aunque exigentes, que tienen las personas para crecer y mejorar y son precisamente las dificultades las que activan mecanismos que
nos permiten avanzar.
Claramente el
mundo no será el mismo, ni nosotros tampoco. Los aprendizajes nuevos actuaran a
modo de derrotero para que como individuos podamos ser mejores personas en un
contexto de amor, equilibrio y serenidad y nos esforcemos por vivir en armonía
con nosotros mismos y con el entorno del
que cada uno somos parte. Y en un ámbito más amplio, como sociedad, encaminarnos a un desarrollo más justo,
sostenible y equitativo para todos.
Les deseo a mis queridos lectores, un buen, tranquilo y saludable año nuevo.