Era de esperarse que en este punto en el que la prolongación de la pandemia, la segunda ola, posibles
rebrotes y las discusiones y demoras alrededor de la vacuna, estuviéramos abocados a sumar una serie de pérdidas que tienen que ver con bienes tan preciados como la salud, la cercanía con los seres queridos, el
trabajo, la tranquilidad o la seguridad
económica. Estos duelos generan un agudo sentimiento de incertidumbre, confusión, temor, impotencia o desvalimiento que cobran factura en la vida de las personas
y hacen difícil imaginar el futuro con
posibilidades, sueños o proyectos. No
saber cómo y cuándo se recuperarán está relacionado con la dificultad para
organizar acciones que sean verdaderamente efectivas para poner en marcha la
vida social, proteger la salud y
reactivar , por ejemplo, actividades de estudio y trabajo.
Unidas, estas condiciones exógenas
constituyen uno de los
estresores sociales más fuertes que hemos sufrido como colectividad y se convierten en factores de riesgo para muchas dolencias
mentales. Para el
prestigioso psicoanalista argentino Juan
David Nasio los efectos emocionales de la pandemia han generado lo que ha denominado
Depresión Covid que tiene unos
síntomas distintos a la versión clásica cuya emoción principal es la tristeza
que inhabilita para la acción. Por un lado tanta
frustración provocada por las restricciones, las privaciones y la sensación
percibida de no tener bajo control
aspectos fundamentales de nuestra vida
como la posibilidad de contagiarse, morir
solo en el hospital o contaminar a
otros, lleva a acumular niveles muy altos
de angustia que se traducen una “tristeza
ansiosa y atormentada” como la describe el Doctor Nasio.
Igualmente, en este cuadro otro síntoma tiene un protagonismo
mayor y es la rabia y sus múltiples manifestaciones como la ira, irritabilidad, estallidos de colera, intolerancia y hostilidad, entre otros. Muchas veces esta
emoción se proyecta en reclamos
hacia el gobierno, el manejo de la
situación, los miembros de familia con los se convive o los compañeros de
trabajo. La persona percibe amenazada su seguridad y tranquilidad por las
decisiones de otros. Se siente una especie de escepticismo desesperanzador que
lleva a la exasperación y luego al cansancio y a la fatiga. Esta línea
de emociones, pensamientos y acciones es lo que a la larga genera en algunos un estado depresivo.
La complejidad de estos cuadros es que estos estados experimentados de manera casi continua acaban extendiéndose
también hacia los demás afectando muchas áreas de funcionamiento individual,
familiar y laboral.
Por esta
razón, aunque tenemos mecanismos de adaptación que nos permite afrontar con
éxito las crisis, es muy importante atender con intervenciones concretas y
efectivas a estos afrontamientos que hace nuestra psique frente a situaciones específicas
para que no nos tome ventaja y en cambio si nos permita salir fortalecidos y
superar los estados de vulnerabilidad
emocional y mental que provocan las situaciones con alto impacto en el
funcionamiento vital de las personas.