Desde que comenzó la
pandemia en marzo del año pasado un porcentaje alto de personas reporta tener dificultades
para dormir. Muchos experimentan
la sensación percibida
de un deterioro en la calidad y cantidad de sueño que necesitan para descansar. Muy probablemente asociado a un cambio drástico en las rutinas
habituales como levantarse y acostarse más tarde de lo normal, disminuir la
exposición a la luz solar de la mañana, retrasar los horarios de alimentación, la reducción de la actividad física y el
aumento del uso permanente de los dispositivos electrónicos (la exposición a la luz brillante de celular, el
conmutador o el ipad pueden inhibir la producción de melatonina, una hormona
que regula los ciclos de vigilia y
sueño).
Una explicación biológica es que los seres
humanos estamos programados para
permanecer despiertos y alerta ante el peligro y eso es adaptativo en un contexto
como el que nos enfrentamos. Las noches de insomnio preocupados por el dinero, el empleo, el temor de contraer covid-19 y transmitirlo a
sus seres queridos, entre otros factores que nos está literalmente quitando el sueño, son comprensibles . El tema es que si esta reacciones iniciales de estrés se mantienen se configura el insomnio que es
un trastorno del sueño caracterizado por dificultad para conciliar el sueño,
para permanecer dormido o despertarse antes de la hora esperada o todas las
anteriores según el caso.
Muchas de
estas personas pueden ver afectada su capacidad para funcionar durante la
vigilia y tendrán consecuencias como
irritabilidad, somnolencia, cansancio o incapacidad para concentrarse. De otro lado la falta de sueño puede aumentar el
riesgo de problemas de salud crónicos como diabetes, obesidad, presión arterial
alta, enfermedad renal, enfermedad cardíaca y depresión. El sueño también se
considera un aspecto fundamental de nuestro sistema inmunológico y tener las defensas altas en este momento, es una prescripción
altamente efectiva.
Dormir
tranquila y profundamente amerita cambios tácticos en el estilo de vida diario para romper los
malos hábitos y dormir de manera
saludable. Volver a un horario regular para acostarse y
levantarse, incluso si primero significa
privarse del sueño para hacerlo, desconectar pantallas una o dos horas antes de
acostarse. Hoy cuando las personas trabajan tantas horas encasa, la restricción del tiempo en cama es clave para asegurarse
que siga siendo un lugar para dormir por
la noche no un lugar para la actividad.
Un truco que me enseño la neuróloga para mi trastorno de sueño
que tengo desde hace muchos años entes del Covid19, es reservar 20 minutos cada
día para escribir en una hoja de papel todas las cosas que me quiten la calma.
La premisa es que si nos preocupamos a
la misma hora y en el mismo lugar todos los días, el cerebro se acostumbra a no usar las horas de sueño resolviendo las
miles de inquietudes pandémicas.