Vivimos muy conectados, pero desconectados
La atención es una de las capacidades cognitivas más
importantes y necesarias para aprender, llevar a cabo una labor e incluso
establecer relaciones con los demás.
Esta habilidad permite seleccionar la información a
través de los sentidos, dirigir y controlar los procesos mentales y actuar en
correspondencia con estos. Está asociada a la concentración, es decir, la
acción de mantener la atención focalizada sobre un objeto o sobre la tarea que
se esté ejecutando.
Aunque es una facultad que todos tenemos, opera de manera
diferente en cada uno. Algunas personas tienen niveles de atención más largos o
más cortos que otras o se enfocan más en unos estímulos, dependiendo de
características individuales.
Igualmente, es una habilidad sensible a circunstancias
internas y externas. Atendemos de manera diferencial dependiendo del estado de
ánimo; la atención puede estar dispersa cuando estamos tristes o ser mejor
cuando estamos contentos, a gusto o nos identificamos con lo que hacemos.
Por ejemplo, un niño puede estar muy concentrado cuando
ve una película que le interesa y menos cuando está en clase de matemáticas, si
la asignatura no es su fuerte. Actúa diferente ante el cansancio, el estrés o
bajo los efectos del alcohol.
Estamos preparados para prestar atención a varias cosas
al mismo tiempo. Prueba de eso es que mientras atendemos una tarea, mantenemos
varias conversaciones por Twitter, SMS y chat; revisamos el correo y Facebook;
estamos pendientes de los amigos en Skype y también hacemos llamadas por
WhatsApp.
Podríamos decir que atendiendo a esa inmensa plasticidad
del cerebro, este se ha ido acomodando a las exigencias dadas por el uso
continuo de la tecnología. Ha cambiado su forma de trabajar, afirman algunos.
Ahora en lugar de acumular tantos datos debe hacer un mayor número de
asociaciones, procesar un volumen mayor de datos, hacer actividades breves,
cortas y rápidas, y realizar lecturas simultáneas, entre muchas nuevas tareas.
Pero la atención es una capacidad limitada. La necesidad
de conectividad permanente y de manejar grandes caudales de información, además
de la asociación y el rendimiento y productividad del mundo de hoy, también
pueden estar impactando negativamente nuestra capacidad de atención.
Aunque no lo parezca, volver a centrarse es un esfuerzo
inmenso que toma tiempo y pone a prueba la resistencia a la distracción, lo que
a su vez produce una tensión extra y niveles importantes de estrés. También
afecta la consolidación de la memoria y hace pensar de forma mucho más
superficial.
Al dividir la atención entre más de una tarea pueden
aparecer omisiones, errores, lapsus e incluso confusiones. Estar al máximo
rendimiento, de modo prolongado y sin descanso, genera fatiga que al acumularse
afecta los niveles de funcionamiento.
Aunque los procesos de atención funcionan de manera
automática, la mayoría del tiempo es posible, con acciones sencillas, cuidarlos
y “mantenerlos en forma”.
Se han descubierto muchas ventajas en el hecho de prestar
atención total a una única cosa en cada momento, de seleccionar solo los
estímulos relevantes o fijar momentos para cada posibilidad que ofrece el
universo infinito del Internet.
Publicado en el diario El Tiempo, julio 6 de 2016, por MARIA ELENA LOPEZ